miércoles, 9 de septiembre de 2015

Del infierno


¿Por qué tengo que defender este amor, si no es un amor indefenso? Este amor ha volado hasta mi pecho y se ha sembrado en mi para crecer fuerte. Este amor que quieren talar no hace sino crecer flores en mis labios y caricias en mi dedos. Este amor se enreda en mi cabello y habita mi cabeza, duerme mis angustias, tibia mis noches y alienta mis pasos. Este amor entiende mis silencios y me da espacio, mira hacía el cielo y disfruta de cosas sencillas. Este no es un amor violento sediento de carne. Es un amor de aliento, de viento, de pájaro. Que vino a mi sin querer en el revolón de los días y apaciguó a la hiena de mis adióses. Este amor vino a encender la cerilla de mi alma para volverme incendio, para volverlo incendio, para que los susurros cobardes solo puedan hacer crecer más la llama. Y ese es el infierno que ven. ¿Para qué tengo que defender este amor que es más fuerte que yo?¿Para qué defender este amor si es él quien nos defiende? 

miércoles, 15 de julio de 2015

Desnuda

A mis pies anchos,
a mi colmillo montado,
a mis uñas frágiles,
a mi nariz grande y torcida,
a las cicatrices de mis manos,
a mi piel irregular,
al lunar que crece sobre mi pómulo,
a mis piernas rollizas y mis nalgas chatas,
a mi canalla columna que cruje cuando duermo,
a mis estrías, a mis hermosas y malqueridas estrías,
a mis ojos pequeños,
a mi cabello alborotado y seco que se niega a quedarse en mi cabeza,
a mis plantas callosas,
al espacio entre pulgar e indice de mis pies,
a mis manos masculinas y frías,
a mis venas que se asoman como ríos bajo mi piel,
a mis brazos velludos,
a mi garganta cada vez mas seca, cada vez mas roca,
a mi voz que se extingue,
a los vellos que nacen en mi pubis y axilas, los cuales arranco,
al aliento amargo de la mañana,
a mis senos diferentes,
a mi oído que no oye,
a mi papada,
a mi lengua que se enreda,
a mi panza,
a mi sudor pesado,
a mi sangre secreta,
a mis cejas escasas,
a mi lampiño parpado inferior,
al espacio entre mis dientes,
a mi rostro redondo.
Gracias por libertarme, gracias por mantenerme desnuda.

viernes, 10 de julio de 2015

La primera de Aisha



"Querida Leda:

Ya no puedo recordar. A veces pienso que mis viajes, mi vida nómada me ha vuelto tan ajena a todo, no me reconozco en nada, en nadie. ¿Cuántos años tenemos ya sin vernos? ¿Tal vez quince? Sé que aún estas enojada por mi ausencia en el funeral de mamá. Sé que no creíste nada de lo que te escribí en aquella carta, nada fue cierto. Nunca pude engañarte. Esto se ha vuelto una enfermedad, el día que me llamaste contándome que ella se había ido tuve suficiente, tú hablabas de no sé cuantos días de agonía en cama y yo trataba de recordar el color de los ojos de mamá,  ¿eran verdes?, no, ¿grises?, tampoco, ¿negros?, no pude recordar siquiera si eran claros u oscuros; y tu seguías hablando del sin número de médicos que la atendieron y del gesto solemne que tenía su rostro cuando murió. En ese momento me tapé la boca para ahogar la carcajada, mamá había fruncido tanto el ceño durante toda la vida que realmente dudaba que los músculos de su difunta cara pudieran relajarse después de la muerte para develar un gesto sosiego, es más también llegué a pensar que no recordaba sus ojos porque nunca tuve la valentía de mirarlos fijos, de verdad le temía. No, eso no era cierto, yo la había visto a través del cerrojo de su cuarto en la casa vieja, yo la espié muchas noches mientras se enmarcaba los ojos con un lapicito negro justo antes de verse con don Pascual, esas semanas en que papá estaba en las algodoneras, de lo que él llamaba el caribe seco. Así que si no podía recordar los ojos de doña Humbelina es porque sencillamente mi corazón no quería y por más que lo intentara no lograría llorarla. Créeme Leda te evité una vergüenza, no hay peor entierro que aquel donde no lloran al muerto, ¿te imaginas lo que hubiesen dicho las tías rezanderas que aún sobreviven de ver que la hija menor de Humbelina anda por ahí sin ningún tipo de suplicio con los labios pintados de rojo ò fucsia ò uva fumando cigarrillos para pasar el tiempo?... " 

CONTINUARÀ

domingo, 24 de mayo de 2015

Yo era, mamá, yo era.




 Mamá yo soñé con el viaje y la brisa me gritaba al oído.
Mamá yo soñé que me metía a los arroyos.
Soñé con la tierra negra y húmeda, yo era de tierra negra y húmeda y olía a vida.
Mamá yo soñé con las piedras mohosas y lisas del río y ya no estaba perdida.
Yo bailé tratando que se me desprendiera la carne, yo baile inmensa, henchida de alegría, baile con las hojas secas y el revolcón del viento.
Mamá yo era sustancia y pertenecía a algo más grande que yo, yo la gestaba y ella a mí. Yo fui madre, mamá. Yo era vida.
Mamá yo miré al cielo y el clarito que entraba por las copas era verde y amarillo, y sudaba.
Yo volaba y no tenía que hablar para saber todos los secretos. Yo era, mamá, yo era.
Mamá yo soñé que nací más veces y naceré y que la tierra me abrazaba para morir y me sembraba nuevamente.
Y fui muchas hembras. Y en mi vientre ya no había dolor, era tibio. 
Yo también fui mi madre vieja. Esa que viene a veces a susurrarme en la oreja, esa que yo llamo instinto.

sábado, 9 de mayo de 2015

Carlota

Carlota era mi muñeca favorita. Tenìa muchas otras pero ella destacaba. Carlota era la más grande entre las que sentaba en mi pequeña mecedora, siempre ocupaba el lugar del medio. Tenìa por cabellos unas trenzas de lana amarilla clarito cosidas a su cabeza de trapo, de ojos grandes, azules y curiosos y una boca pequeñita, los últimos pintados a mano. Con vestidito y caperuza que ocultaba la calvicie en la parte trasera de su cabeza. Ambos verdes. Le puse ese nombre porque era como una versión femenina de papá. Ella era mi compañera. Una mañana ambas compartíamos un desayuno imaginario en mi habitación cuando sentimos un zumbido, se hacía cada vez más presente y provenía de atrás de las cortinas lilas. Entre curiosidad y valor decidimos tomar un extremo de la cortinilla y despacio, muy lentamente fuimos desnudando aquella esquina de la habitación. Después, el horror, tendido sobre la baldosa blanca, sus ojos gigantes, todo ese vello, el sonido, el color marrón, ¡que figura tan odiosa!. "-¡Una mosca gigante!, ¡una mosca gigante!" Repitiendo la misma frase con la dicción enredada por el sobresalto en menos de cuatro segundos recorrí los catorce escalones abajo para llegar a la cocina, donde estaban papá y mamá. Pálida, petrificada y casi sin poder articular entre los brazos de mamá recordé a Carlota, mi pobre, pobre Carlota, en aquel momento solo supe de mi, la había abandonado a la merced de la mosca mutante. -Una mo-mosca gigante. Señale el segundo piso y me solté a llorar. Armada con la milicia más poderosa para aquella época (mis padres) volvimos al lugar de los hechos. Atarzanada en el abrazo de mamá y aun entre sollozos indiqué: ¡Ahí!. Papá se agachó, corrió la tela, y con una de sus manos tomó a la criatura, con la otra a Carlota. Siempre he pensado que sus manos cuadradas son lo supremamente fuertes para defenderme de cualquier peligro y lo supremamente suaves y tibias como para posarlas en mi cabeza y que yo encuentre la calma. Me devolvió a mi Carlota, la abracé fuerte y me dijo: -Monita no tienes porque tener miedo, esto no es una mosca gigante. Es una chicharra. Las chicharras son cantantes. Él me explicó todo sobre ellas, me hizo quererlas hasta el punto de rescatarlas de morir ahogadas cuando caían a la piscina en mis clases de natación. Carlota y yo eramos ahora socorristas de moscas mutantes.

lunes, 4 de mayo de 2015

Anónima


"She’s mad but she’s magic. There’s no lie in her fire" -Charles BukowskiParto de un pacto de complicidad tácito, que aunque ni usted y yo hemos cruzado palabras, esto que vendrá a continuación le será de utilidad, y sí y sólo sí le ha sido de ayuda mi misiva, esperando también la madurez del silencio. Será y es único secreto de ambas. No deseo su amistad, discúlpeme pero debo ser clara, y por lo que concierne sí todo se concluye de la manera que deseo y pretendo orientarla lo mejor es que ni hagamos una presentación pertinente. No sé su nombre, está bien. Pero tengo la certeza que usted ha hecho más preguntas sobre mí de las que debería. No las aclararé, poco o nada me importa las conjeturas ajenas. No le temo a las miradas y varias ocasiones he encontrado a las suyas sobre mí, a la de sus amigas; también soy mujer y entiendo las cosas. A veces por rivalidades emotivas pretendemos alejar a la otra de nuestro mismo estado. Sé que se vanagloria destrozando con peyorativas palabras esta imagen mía. Tal vez sí me importa un poco lo que piensa, es simple curiosidad, me asombra la creatividad femenina a la hora de destrozar a otra, puro voyerismo. En fin, lo que quiero de usted es que lo embelese, no se asombre todas hemos tenido esa mirada y cuando usted le mira, es inconfundible. Él es un hombre hermoso. Un niño hermoso. Tengo la vaga sensación de que realmente usted lo ansía. Yo la he esperado por varios meses, su figura, su rol, me urgía encontrarla: usted. Es el suceso. Usted es el suceso. Encontrarla es todo un acontecimiento para mí. Y aunque mi descubrimiento y propósito es agridulce, me alegra que haya llegado. Bienvenida. Tan cándida, es usted muy bella. Cuando nos enamoramos volamos. Que bellas alas. Él necesita ese tipo de amor: el clásico. De tardes largas y poca conversación, de pretextos tontos para un roce de manos, donde los últimos estadios sean los besos, de reconocimiento, de identificación. Él necesita enamorarse, con rosas, querubines y todos los pormenores. Es un romántico y generalmente esta en el mundo de las ideas, plántelo en la realidad de manera tierna, sorpréndalo, descolóquelo con actos, muéstrele mundos, el suyo, por ejemplo, hágalo sentir amado, expréseselo, ¿es cruel, no? De verdad lo quiero, hubiese deseado conocerlo mayor cuando el amor no tuviera tiempo para equivocarse, el tiempo nos puso mucho antes, hubiésemos sido un gran amor... para que miento, yo siempre seré caótica. Él tiene la fantástica cualidad de exacerbarme y yo desarrollé una fatal fascinación por hacerlo sufrir, e incluso esto es despiadado, enseñarle a otra mujer cómo debe amarlo, amarlo bien, sin que él lo sepa y él aún duda que yo sea una arpía. ¿Ve? No hay nada que envidiar, he hecho tantas cosas mal que porque le quiero y amo su amor hago esto. Y mis maneras siguen siendo enfermizas. Al principio será reticente, él cree amarme y piensa que jamás se volverá a enamorar, todo un romántico, pero es vital que sea insistente, nada se logra a la primera vez de intentarlo. Él cederá, lo sé, le gusta sentirse querido y de a pocos mi imagen le será a ambos más difusa. Yo seré espejismo del pasado. Por favor, amelo con ardor. Existen muchas distracciones y caminos que lo hacen desvariar, interpóngase, cuídelo. Sea su amiga, su compañera, su amante, su madre, su hermana, su hija. Amar es una travesía grata sí se empieza bien. Yo también fui una romántica. Ayúdelo a olvidar. Sé que construirán bien. Quisiera escribirle que tengo los brazos llenos de gustosos deseos, pero lo único que tengo es los dedos fríos y los labios secos de repetirme la misma frase en voz alta para convencerme de que esto es lo correcto. De antemano gracias. Va ser todo una locura cuando lea esto. Tal vez sí aciertan cuando me tildan de lunática. No sobra recordarle de nuestro acuerdo de confidencialidad. Amelo. Es todo. Anónima.


sábado, 2 de mayo de 2015

Otra de David: De manos y pies fríos.


I'd like to see something like this for a track poster where you were able to maybe see a little bit of the runner's face and the slight hint of their uniform/brand in color in the center of their chest. (Top 10 composition tips)Hola luz de mis..., de mí, mi luz. La noche es pétrea porque cierras los ojos,¿por qué cierras los ojos?. No temo. Acá tengo todo tu recuerdo, tú pequeño, te tengo. Que dicha verte reír mientas duermes, yo quisiera ser el sueño. La luna viene y no pasa nada, el día y la noche son una misma cosa, no hay letargo, ya no hubo paz. Mis dedos escriben palabras que ni conozco. La soledad es una pasta que se te pega entre los dientes y no te deja abrir la boca. Ya arañé hasta el fondo y ni en los suspiros encuentro rastros de alma. Extravío. Sería horrible que me conocieras ahora, soy una cofradía de miserias. No le digas a mamá que he crecido, a ella le acongoja verme huir de mi propio hastío, siempre lo supo, fui una niña taciturna. Sigue durmiendo, no escuches nada. Es solo la voz de la que te ama más, y sí entre la clava que te tañe tu profunda paz que tanto envidio, me ves, véme limpia, véme niña y de vuélveme la sonrisa, que sin latitud "eso" sabrá llegar. Llegará a esta eterna vigilia de manos y pies fríos. 

martes, 14 de abril de 2015

La rueda

Una rueda de metal. La niña parada en la parte interior del juguete. Pie derecho sobre una barra, pie izquierdo en otra. Son ocho barras las que conectan los asientos de madera con el centro de la estructura. Sí se mira cenital parecen los barrotes los rayos de un sol. La niña parada sobre un sol de acero. Ella aprieta fuertemente sus manos a los tubos verticales. Van a jugar al avióncito. La rueda alguna vez fue roja con amarillo, hoy tiene la pintura descascarada y sí la tocas, olerás a oxido. Dos o tres niños empujan, los pies de la niña empiezan a elevarse. Es la hora en que esperan a que las rutas los lleven a casa. La niña aprieta los ojos mareada y sonríe, esta paralela al suelo y se siente pájaro. Uno grita: -¡Llegó!. Los niños detienen de golpe el girar de la rueda y corren al autobús. Se deslizan las manos, el peso cede, los pies no encuentran las barras. La niña se hunde en el armazón. Cae sentada en el hierro. Un crujir sordo. Dos lágrimones que caen y ella que aprieta la boca y ahoga el grito, estaba prohibido jugar al avióncito en la escuela. Sin bajarse de su jumento metálico, se levanta la falda se revisa el calzoncito blanco de nubes y descubre que llueve rojo en sus panties. Había conocido su sangre. Hace dos años había conocido su sangre. Ahora sabía que no sólo los hombres hacían llorar su sexo.

viernes, 3 de abril de 2015

Cautchouca

Domingo. Era la suela dura castigando el empedrado a todo lo que le daban sus cortas piernas, quería llegar a tiempo antes de... allí estaba la de faltando quince. El tan, tan, tan de la campana le diò carbón. Frenó en seco frente al inmenso marco de madera tallada con los rostros insipientes de los santos europeos. Tomó una bocanada de aire, la recordó:

-Sí, va entrar con afanes mejor ni entre.

Exhaló como sí con aquel respiro le peinara las trenzas. Entró. Sintió vergüenza cuando las camanduleras voltearon a mirarla, le ofreció disculpas a la virgen. Todavía era temprano, había pocos feligreses, sin embrago sí se hubiese pasado la mano por la espalda, seguro habría agarrado de seis u ocho pares de ojos que la acechaban. Con el vestido de olan blanco pegado al cuerpo, toda sudada, parecía un espanto. Tan blanca. Los cabellos apretados, canos. Sin cejas ni pestañas, la mirada trasojada y azul clarito, los ojos siempre tiritando. Tan blanca, tan diáfana. Ser tan catira en un pueblo tan negro era pecado, hasta la Yaya era negra. Le gustaba como la luz de la vela le pegaba en la piel a Yaya mientras remendaba calzones por las noches, parecía que le bailara en los brazos y dedos, se ponía la Yaya del color del nogal.

-Yaya, ere madera.
-Si hija, po eso cuando Papa Dio me llame necesito que me e candela.
-Yaya, yo quero que la llamita me baile encima. Pero la llamita no me quere, no se me asoma, no me hace sombra bonita. Y sì me aceco mucho a pedile me pone colorà. Yo no quiero ser como el árbol que llora. 
-¡¿Otra ve con lo de cautchouc?!

Ella asintió.

-Mira hija. Dijo Yaya. -¿Te acuerda cuando juimo a recoge café?¿De qué colo era la pepa?
-Roja
-Eso con e vestio. ¿y embola?
-Blanca, Yaya.
-Too café e pálido. Pero pa ser taza tiene su camino, e ese camino lo que tuesta. No hay pepa blanca que no e tinto negro. No piense bobada, cuestese a ormir.

Yaya mentía. Amelda jamás serìa mulata. Era por eso que cuando la Yaya lavaba hacía una charca y le decía a la niña que se metiera a jugar con el barro. La embadurnaba de pies a cabeza, de esa manera ella podría torcer trapos con tranquilidad a medio día, sin pensar en cómo tendría que bajarle la calentura y el colorado a Amelda en la madrugada, eso, sí le hubiese dado gota de sol.

Iba a comenzar la misa, Amelda se arrodilló, apretó los ojos, oró:

-¡Ay Yaya!. No me apareca en sueño, aparecame en rezo. Yo le doy la candela, pero déjeme coge vuelo po la noche. ¿Què quere Yaya e mì? Cuenteme y le traigo. Tremendo suto que me dio tras noche. Yaya, yo no le temo, yo la extraño. Seguro. Pero necesito que me e palabra, no se puede haceme visita toda la noche calla. Sí quere yo le enterro un pedacito e caña, yo sè que la terra es amarga y Yaya e bien dulzona. Po eso se me la comeron los gusano, po sabe tan gueno.

Sus últimos días Yaya los había pasado recostada con las piernas inflamadas y agusanadas. Amelda a hurtadillas había escuchado como Mamá Segunda, la curandera, le decía a su abuela que se moría por el azúcar. Amelda estuvo de acuerdo, no existió mujer mas dulce. Recordó las veces que la amamantó, ni la leche tibia de cabra se comparaba con la lechepanela que brotaba hacia años de la teta de Yaya. Perdonó a los gusanos: 

-Al fin y al cabo a todo no comen los gusano, ella e ta tan buenesita que empezaro ante. Pensó.

martes, 27 de enero de 2015

Una presentación [Fragmento de Calcomanía]


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Calcomanía: uno coma sesenta y cinco centímetros y medio, par piernas: robustas, largo cabello rizado y rojo (de bote por supuesto), mujer, siempre mujer (en ocasiones con ganas de mutar), perdida, estudiante de artes escénicas, veintidós natalicios. ¿Queriendo? Queriendo ser actriz, queriendo entregar, queriendo escribir... y es esa misma la que me salva, la que me condena, escribir lo que soy, las que soy, las que secretamente deseo ser y no ser. Tortura (torturando, torturándome). Exiliada (de lo mío. ¿De mí?). Colombiana, ¿de verdad importa? Este absurdo popurrí de azares es lo que soy. Pero siendo honesta no sé si éstas tantas y estúpidas cosas soy yo, o mis símbolos, o lo que yo misma he elegido para mentir. ¿Un nombre? Lucía. ¿Un rezago de padre? Orozco.



sábado, 10 de enero de 2015

Terroso



Allí está la niña. Su mirada clavada en el horizonte se separó un instante para revisarse, de arriba abajo: sí, estaban sus pechos, casi imperceptibles debajo de ese vestido color crema tan holgado; sus manos, aún eran dos, limpias, exceptuando algo de tierra en las uñas, el resto hacía el sur era sólo tela, revisó punto tras punto hasta donde el vestido acababa, justo a media pantorrilla y se encontró con sus pies descalzos, cubiertos a totalidad por el fango que empezaba a secarse y cuartearse.   En un titubeo de ojos descubrió al lado de sus pies una losa de mármol y sobre ella un charquito, difuso aparecía su rostro, qué sorpresa se llevó cuando vio que en vez de pequeños, negros y apretados rizos, su cabeza se coronaba de ramilletes de hortensias moradas, todo su cabello era flores. De repente sintió un espasmo en el pecho, venía cada vez más rápido y con más fuerza, otro en la tráquea y regresó el sabor de tierra a invadir su boca, no hubo tiempo para escupir cuando las contracciones atacaron su cabeza, eran muchas y muy dolorosas, tuvo que sostenerse el cráneo con ambas manos, se retorcía, apretaba los parpados y dientes, intento respirar profundo y abrió los ojos, se vio, en la lejanía se vio, era ella misma de pie, recogiendo naranjas del árbol que estaba junto a su casa. Loma arriba divisó el alud, descendiendo en dirección a su hogar, hacía ella, intentó gritarse… no hubo voz, sólo era la espectadora. Contempló la ola arcillosa y negra que devoraba todo lo que ella conocía, incluyéndola. Fue así como comprendió el dolor de la tapia que la aplastaba, la oscuridad pétrea, el sabor terroso en su lengua y el silencio que secundaba al final. Leyó el epitafio.

La hora boba




El bus iba parcialmente lleno, hacía calor. Y todos disfrutábamos de la tranquilidad que suele acompañar la hora boba, las dos de la tarde. De repente el bus frena en seco, un taxi se le atraviesa y este termina montado en el andén. Esperamos que el conductor lanzará cualquier reproche al taxista, no lo hubo. La gente afuera empezó a armar bochinche cuando vemos correr alejándose de su carro al taxista, no pasaron diez segundos cuando al lado de nuestro bus pasa un hombre corriendo con un revólver en mano, entra en el taxi, discute con una mujer, suenan un par de tiros y otro más. No sé de dónde, ni cómo aparecieron dos niños gritando mamá y papá.



Carta a David


Paper planes _ Masao YamamotoPuedo despertar y desear que todas las mañanas sean esa mañana. [7- 8- 9 -6] Los besos que no quise, los pequeños celos. Siempre al final: tu alma, mi alma. Eres lo latente, toda la calma. Doblar una hoja, pliega, el avión, no volaba. Mi niño grande, mi amor eterno. Podría gastarme toda en un caminar perpetuo sí tuviera la certeza de tu tiempo, pero esta es la vida cariño, tú creces y yo menguo. Duele la distancia. Bastaría tu único hoyuelo para darme la gracia, estar excelsa de belleza, de paz. Te veo en el silencio, callando, callando, cayendo. Toco el minutero y le giro a la izquierda imaginando que te tengo pequeño, que nos tenemos pequeños, te apretaría más fuerte, sería mejor compañera pero se van los días iguales sin escucharte. Te encuentro hombre, cada regreso más hombre. No es angustia es ambrosía. Sé que te tendré siempre, sólo que pesa sentirte ajeno. Soy una mujer celosa. Ardoroso es cada beso, cada adiós, cada te quiero. He venido para amarte, para tejerte todos los sueños, para enseñarte y ya lo sabes, no en vano reitero: que soy la tuya, la única tuya. Ningún otro me tendrá más dueño. Tendré todos mis años para hacerte los aviones y barquitos de hoja de cuaderno. Al final, siempre al final... tú: mi alma. El amado. Mi hombre-sueño.

Arrecife


I'm still growing I take each day, one day-at-a-time. I'm always thinking and dreaming. As long as this heart keeps beating, there will be new things coming along.Adiós. Cerré los ojos. Tenía los ojos azules, como pequeñas canicas. Era natural que se marchara; esa mujer no tiene alma, tiene un océano, por eso lloraba tanto, besaba con tanta baba, no podía calzarse, le disgustaba vestirse, ¿has visto un río en una copa?. Cuando la luna se ponía llena, peleaba con más brío, amaba con más brío. No podría decirte si su piel era tibia o fresca, pero cuando recostaba mi cabeza en su pecho yo no escuchaba un corazón, no, era la ola castigando peñasco. Supongo que la sequé: la caída de pelo, los ojos oscuros, no cantaba. Se fue para salvarse, pobre riachuelo. ¿Qué que espero?. Nada. Bueno, quizá que tenga la fortuna, que retoce...que regrese, se derrame y me ahogue. ¡Ay, mi mujer arrecife!

El ser diminuto

El ser diminuto. El reloj jamás parará.Habitar entre las letras. Esconderme debajo de la manecilla del horario. Mirarme las manos, contarme los dientes, taquigrafiar los susurros del viento contra el vidrio redondo. Un reloj cuelga en la pared de mi cuarto y yo descanso dentro de él. No hubo palabras, no las haré. Gritan mi nombre y yo lo siento como una ola: golpea y se va. Las horas tibias que se dilatan. Pienso: Algún día tendré que salir. Me distraigo: un comején enorme trata de entrar, perdió una alita. Regresa la ola. ¿Qué es lo fundamental?.