
Parto de un pacto de complicidad tácito, que aunque ni usted
y yo hemos cruzado palabras, esto que vendrá a continuación le será de
utilidad, y sí y sólo sí le ha sido de ayuda mi misiva, esperando también la
madurez del silencio. Será y es único secreto de ambas. No deseo su amistad, discúlpeme
pero debo ser clara, y por lo que concierne sí todo se concluye de la manera
que deseo y pretendo orientarla lo mejor es que ni hagamos una presentación
pertinente. No sé su nombre, está bien. Pero tengo la certeza que usted ha
hecho más preguntas sobre mí de las que debería. No las aclararé, poco o nada
me importa las conjeturas ajenas. No le temo a las miradas y varias ocasiones
he encontrado a las suyas sobre mí, a la de sus amigas; también soy mujer y
entiendo las cosas. A veces por rivalidades emotivas pretendemos alejar a la
otra de nuestro mismo estado. Sé que se vanagloria destrozando con peyorativas
palabras esta imagen mía. Tal vez sí me importa un poco lo que piensa, es
simple curiosidad, me asombra la creatividad femenina a la hora de destrozar a
otra, puro voyerismo. En fin, lo que quiero de usted es que lo embelese, no se
asombre todas hemos tenido esa mirada y cuando usted le mira, es inconfundible.
Él es un hombre hermoso. Un niño hermoso. Tengo la vaga sensación de que
realmente usted lo ansía. Yo la he esperado por varios meses, su figura, su
rol, me urgía encontrarla: usted. Es el suceso. Usted es el suceso. Encontrarla
es todo un acontecimiento para mí. Y aunque mi descubrimiento y propósito es
agridulce, me alegra que haya llegado. Bienvenida. Tan cándida, es usted muy
bella. Cuando nos enamoramos volamos. Que bellas alas. Él necesita ese tipo de
amor: el clásico. De tardes largas y poca conversación, de pretextos tontos
para un roce de manos, donde los últimos estadios sean los besos, de
reconocimiento, de identificación. Él necesita enamorarse, con rosas,
querubines y todos los pormenores. Es un romántico y generalmente esta en el
mundo de las ideas, plántelo en la realidad de manera tierna, sorpréndalo, descolóquelo
con actos, muéstrele mundos, el suyo, por ejemplo, hágalo sentir amado, expréseselo,
¿es cruel, no? De verdad lo quiero, hubiese deseado conocerlo mayor cuando el
amor no tuviera tiempo para equivocarse, el tiempo nos puso mucho antes, hubiésemos
sido un gran amor... para que miento, yo siempre seré caótica. Él tiene la fantástica
cualidad de exacerbarme y yo desarrollé una fatal fascinación por hacerlo
sufrir, e incluso esto es despiadado, enseñarle a otra mujer cómo debe amarlo,
amarlo bien, sin que él lo sepa y él aún duda que yo sea una arpía. ¿Ve? No hay
nada que envidiar, he hecho tantas cosas mal que porque le quiero y amo su amor
hago esto. Y mis maneras siguen siendo enfermizas. Al principio será reticente,
él cree amarme y piensa que jamás se volverá a enamorar, todo un romántico,
pero es vital que sea insistente, nada se logra a la primera vez de intentarlo.
Él cederá, lo sé, le gusta sentirse querido y de a pocos mi imagen le será a
ambos más difusa. Yo seré espejismo del pasado. Por favor, amelo con ardor.
Existen muchas distracciones y caminos que lo hacen desvariar, interpóngase, cuídelo.
Sea su amiga, su compañera, su amante, su madre, su hermana, su hija. Amar es
una travesía grata sí se empieza bien. Yo también fui una romántica. Ayúdelo a
olvidar. Sé que construirán bien. Quisiera escribirle que tengo los brazos
llenos de gustosos deseos, pero lo único que tengo es los dedos fríos y los
labios secos de repetirme la misma frase en voz alta para convencerme de que
esto es lo correcto. De antemano gracias. Va ser todo una locura cuando lea
esto. Tal vez sí aciertan cuando me tildan de lunática. No sobra recordarle de
nuestro acuerdo de confidencialidad. Amelo. Es todo. Anónima.
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