Arrecife
Adiós. Cerré los ojos. Tenía los ojos azules, como pequeñas canicas. Era natural que se marchara; esa mujer no tiene alma, tiene un océano, por eso lloraba tanto, besaba con tanta baba, no podía calzarse, le disgustaba vestirse, ¿has visto un río en una copa?. Cuando la luna se ponía llena, peleaba con más brío, amaba con más brío. No podría decirte si su piel era tibia o fresca, pero cuando recostaba mi cabeza en su pecho yo no escuchaba un corazón, no, era la ola castigando peñasco. Supongo que la sequé: la caída de pelo, los ojos oscuros, no cantaba. Se fue para salvarse, pobre riachuelo. ¿Qué que espero?. Nada. Bueno, quizá que tenga la fortuna, que retoce...que regrese, se derrame y me ahogue. ¡Ay, mi mujer arrecife!
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