martes, 27 de enero de 2015

Una presentación [Fragmento de Calcomanía]


erase me
Calcomanía: uno coma sesenta y cinco centímetros y medio, par piernas: robustas, largo cabello rizado y rojo (de bote por supuesto), mujer, siempre mujer (en ocasiones con ganas de mutar), perdida, estudiante de artes escénicas, veintidós natalicios. ¿Queriendo? Queriendo ser actriz, queriendo entregar, queriendo escribir... y es esa misma la que me salva, la que me condena, escribir lo que soy, las que soy, las que secretamente deseo ser y no ser. Tortura (torturando, torturándome). Exiliada (de lo mío. ¿De mí?). Colombiana, ¿de verdad importa? Este absurdo popurrí de azares es lo que soy. Pero siendo honesta no sé si éstas tantas y estúpidas cosas soy yo, o mis símbolos, o lo que yo misma he elegido para mentir. ¿Un nombre? Lucía. ¿Un rezago de padre? Orozco.



sábado, 10 de enero de 2015

Terroso



Allí está la niña. Su mirada clavada en el horizonte se separó un instante para revisarse, de arriba abajo: sí, estaban sus pechos, casi imperceptibles debajo de ese vestido color crema tan holgado; sus manos, aún eran dos, limpias, exceptuando algo de tierra en las uñas, el resto hacía el sur era sólo tela, revisó punto tras punto hasta donde el vestido acababa, justo a media pantorrilla y se encontró con sus pies descalzos, cubiertos a totalidad por el fango que empezaba a secarse y cuartearse.   En un titubeo de ojos descubrió al lado de sus pies una losa de mármol y sobre ella un charquito, difuso aparecía su rostro, qué sorpresa se llevó cuando vio que en vez de pequeños, negros y apretados rizos, su cabeza se coronaba de ramilletes de hortensias moradas, todo su cabello era flores. De repente sintió un espasmo en el pecho, venía cada vez más rápido y con más fuerza, otro en la tráquea y regresó el sabor de tierra a invadir su boca, no hubo tiempo para escupir cuando las contracciones atacaron su cabeza, eran muchas y muy dolorosas, tuvo que sostenerse el cráneo con ambas manos, se retorcía, apretaba los parpados y dientes, intento respirar profundo y abrió los ojos, se vio, en la lejanía se vio, era ella misma de pie, recogiendo naranjas del árbol que estaba junto a su casa. Loma arriba divisó el alud, descendiendo en dirección a su hogar, hacía ella, intentó gritarse… no hubo voz, sólo era la espectadora. Contempló la ola arcillosa y negra que devoraba todo lo que ella conocía, incluyéndola. Fue así como comprendió el dolor de la tapia que la aplastaba, la oscuridad pétrea, el sabor terroso en su lengua y el silencio que secundaba al final. Leyó el epitafio.

La hora boba




El bus iba parcialmente lleno, hacía calor. Y todos disfrutábamos de la tranquilidad que suele acompañar la hora boba, las dos de la tarde. De repente el bus frena en seco, un taxi se le atraviesa y este termina montado en el andén. Esperamos que el conductor lanzará cualquier reproche al taxista, no lo hubo. La gente afuera empezó a armar bochinche cuando vemos correr alejándose de su carro al taxista, no pasaron diez segundos cuando al lado de nuestro bus pasa un hombre corriendo con un revólver en mano, entra en el taxi, discute con una mujer, suenan un par de tiros y otro más. No sé de dónde, ni cómo aparecieron dos niños gritando mamá y papá.



Carta a David


Paper planes _ Masao YamamotoPuedo despertar y desear que todas las mañanas sean esa mañana. [7- 8- 9 -6] Los besos que no quise, los pequeños celos. Siempre al final: tu alma, mi alma. Eres lo latente, toda la calma. Doblar una hoja, pliega, el avión, no volaba. Mi niño grande, mi amor eterno. Podría gastarme toda en un caminar perpetuo sí tuviera la certeza de tu tiempo, pero esta es la vida cariño, tú creces y yo menguo. Duele la distancia. Bastaría tu único hoyuelo para darme la gracia, estar excelsa de belleza, de paz. Te veo en el silencio, callando, callando, cayendo. Toco el minutero y le giro a la izquierda imaginando que te tengo pequeño, que nos tenemos pequeños, te apretaría más fuerte, sería mejor compañera pero se van los días iguales sin escucharte. Te encuentro hombre, cada regreso más hombre. No es angustia es ambrosía. Sé que te tendré siempre, sólo que pesa sentirte ajeno. Soy una mujer celosa. Ardoroso es cada beso, cada adiós, cada te quiero. He venido para amarte, para tejerte todos los sueños, para enseñarte y ya lo sabes, no en vano reitero: que soy la tuya, la única tuya. Ningún otro me tendrá más dueño. Tendré todos mis años para hacerte los aviones y barquitos de hoja de cuaderno. Al final, siempre al final... tú: mi alma. El amado. Mi hombre-sueño.

Arrecife


I'm still growing I take each day, one day-at-a-time. I'm always thinking and dreaming. As long as this heart keeps beating, there will be new things coming along.Adiós. Cerré los ojos. Tenía los ojos azules, como pequeñas canicas. Era natural que se marchara; esa mujer no tiene alma, tiene un océano, por eso lloraba tanto, besaba con tanta baba, no podía calzarse, le disgustaba vestirse, ¿has visto un río en una copa?. Cuando la luna se ponía llena, peleaba con más brío, amaba con más brío. No podría decirte si su piel era tibia o fresca, pero cuando recostaba mi cabeza en su pecho yo no escuchaba un corazón, no, era la ola castigando peñasco. Supongo que la sequé: la caída de pelo, los ojos oscuros, no cantaba. Se fue para salvarse, pobre riachuelo. ¿Qué que espero?. Nada. Bueno, quizá que tenga la fortuna, que retoce...que regrese, se derrame y me ahogue. ¡Ay, mi mujer arrecife!

El ser diminuto

El ser diminuto. El reloj jamás parará.Habitar entre las letras. Esconderme debajo de la manecilla del horario. Mirarme las manos, contarme los dientes, taquigrafiar los susurros del viento contra el vidrio redondo. Un reloj cuelga en la pared de mi cuarto y yo descanso dentro de él. No hubo palabras, no las haré. Gritan mi nombre y yo lo siento como una ola: golpea y se va. Las horas tibias que se dilatan. Pienso: Algún día tendré que salir. Me distraigo: un comején enorme trata de entrar, perdió una alita. Regresa la ola. ¿Qué es lo fundamental?.