Déjame decir adiós, déjame decir adiós sin ... sólo adiós. Ahora que me he vuelto de piedra, esperando que en algún momento regrese la mañana, arañando el rostro para arrancar la máscara, piedra. Querido no siento nada. ¿Vergüenza?, sí, eso quizá. ¿A dónde fui?, déjame decir adiós para buscarme. Nunca prometí quedarme, pero cuesta escucharte tan asiduo a la idea de la despedida. Y aquí está: la última de las cartas que te escribo o la primera de todas que escribiré para no entregarte. El silencio se ha vuelto cama, refugio, casa. Es cierto eso que me dijeron: "Es más lo que se calla". Ahora que soy mayor entiendo que debo guardar más cosas para mí, aún si no las entiendo. ¿Por qué todas las despedidas tienen que ser tan fatales? No quiero empezar diciendo que extrañaré momentos, porque hace mella y es una total estupidez alejarse de algo para enseguida quererlo, entonces ¿por qué dejarlo?. Dices que ya lo sabías, que lo veías venir, debo ser tan obvia, mucho más cuando me pongo silente. Hola soy la que huye. Nunca te hice entender que es el querer, enseñé tan poco. El teléfono repica, debes ser tú,¡Dios como detestaba que llamaras tan tarde quitándome el sueño!, el teléfono repica, sé que eres tú, por cualquier medio quieres decirme algo, déjame decir adiós. Esta es la máxima de las concesiones: ¿Podría yo ya partir?. Sin ninguna noción perceptiva, chau vista, chau olfato, chau oído, chau gusto, chau tacto. Patetismo, crueldad, necedad eso soy. Intentas, intentas, intentas, por favor suelta mi atención, déjame decir adiós. ¿Quieres que te escuche para ofrecerte el silencio?, ¿Quieres que lea tus cartas para no obtener respuesta?. Se dilata tanto para hallar en mi lo abrumador y en ti la desesperación. Antes del punto final, doy todo el reconocimiento a tu tiempo. Punto. Adiós. Y así es como tu presencia se me va en un suspiro y un adiós.
No hay comentarios:
Publicar un comentario