martes, 28 de octubre de 2014

De Raquel

“A feeling of sadness and longing that is not akin to pain, and resembles sorrow only as the mist resembles the rain.”   Henry Wadsworth Longfellow
Y Raquel escribió, y Raquel intentó escribir. Dejó papel y lápiz, un sorbo al café recalentado, volvió a intentar, no pudo, apagó la televisión, cuando el zumbido del off se confundió con el silencio se reconoció en la pantalla gris y convexa, un rayo de luz casi hilo le hizo de telón, hace mucho no se miraba en el espejo, la última vez fue recogiendo los pedacitos que quedaron de la rabieta de Ruth en el baño. En un apartamento tan pequeño y tan al centro de la ciudad sólo un espejo. Ahora el televisor. Le recordaba cuando miraba a Ruth a los ojos y fingiendo escucharla para perderse en la negrísima pupila, sin que se diera cuenta la ignoraba, tan presente tan lejana, se miraba en la distancia, dentro de Ruth. Pero este reflejo era otra cosa, detalló su mal corte de cabello a lo Liza Minelli en Cabaret, concluyó que ese piquito sólo se vería autentico en el cine y no en una cara tan larga, tan equina, tan sosa como la suya. Fue a la cocina, tomó las tijeras rojas de punta redonda, las que no cambiaba desde la escuela, se sentó de nuevo frente al televisor y adiós pico. Se reviso. -"Perfecto ahora parezco de Star Trek". Una mirada a su mano izquierda, entre pulgar e índice apretado: sus pelitos, pensó en anexarlos a la carta aún no escrita, se contuvo al pensar lo clichétudo y patético que se tornaría el asunto, además tampoco le resultaba doloroso cortarse el cabello. ¿Qué caso tenía?. Olió su cabello y confirmó que hasta ella había adquirido el aroma de ese apartamento, odiaba ese apartamento, odiaba todo lo que había pasado en ese apartamento, que a decir verdad no era nada, por eso lo odiaba, pero lo que odiaba más aún era que hasta esa tarde había decidido irse y tratando de despedirse todavía no le salía la  primera palabra. La escribía no por deseo, mejor formalismo, quizás no ser tan abrupta. Podría decirse que Raquel era poco romántica, abrazaba poco, pero eso sí sonreía mucho, mostraba sin vergüenza aquel diente partido haciendo pensar a sus vecinos en alguna pelea pasada. Sí, era violenta pero ese trocito de diente se fue en un rompe-muelas cuando niña. Le debilitaba el azúcar, pero no soportaba a las personas melosas. Le debilitaba la voz de una negra en la radio, cantando como sí el alma tuviera cuerdas. Le debilitaba… poco le debilitaba, o eso parecía demostrar. No se puede decir que Raquel era una mujer poco convencional, tampoco lo contrario, simplemente había dado tumbos hasta llegar a este momento: frente al televisor oliendo un cachito de su cabello. Raquel estaba decidida, dejó por ahí sus pensamientos, su reflejo y su cabello, de arrebato tomo la hoja, el lápiz, se obligó a escribir: “Adiós”. 

domingo, 19 de octubre de 2014

Carta

Driven by a beating heart (by RiaPereira - here and there)
Déjame decir adiós, déjame decir adiós sin ... sólo adiós. Ahora que me he vuelto de piedra, esperando que en algún momento regrese la mañana, arañando el rostro para arrancar la máscara, piedra. Querido no siento nada. ¿Vergüenza?, sí, eso quizá. ¿A dónde fui?, déjame decir adiós para buscarme. Nunca prometí quedarme, pero cuesta escucharte tan asiduo a la idea de la despedida. Y aquí está: la última de las cartas que te escribo o la primera de todas que escribiré para no entregarte. El silencio se ha vuelto cama, refugio, casa. Es cierto eso que me dijeron: "Es más lo que se calla". Ahora que soy mayor entiendo que debo guardar más cosas para mí, aún si no las entiendo. ¿Por qué todas las despedidas tienen que ser tan fatales? No quiero empezar diciendo que extrañaré momentos, porque hace mella y es una total estupidez alejarse de algo para enseguida quererlo, entonces ¿por qué dejarlo?. Dices que ya lo sabías, que lo veías venir, debo ser tan obvia, mucho más cuando me pongo silente. Hola soy la que huye. Nunca te hice entender que es el querer, enseñé tan poco. El teléfono repica, debes ser tú,¡Dios como detestaba que llamaras tan tarde quitándome el sueño!, el teléfono repica, sé que eres tú, por cualquier medio quieres decirme algo, déjame decir adiós. Esta es la máxima de las concesiones: ¿Podría yo ya partir?. Sin ninguna noción perceptiva, chau vista, chau olfato, chau oído, chau gusto, chau tacto. Patetismo, crueldad, necedad eso soy. Intentas, intentas, intentas, por favor suelta mi atención, déjame decir adiós. ¿Quieres que te escuche para ofrecerte el silencio?, ¿Quieres que lea tus cartas para no obtener respuesta?. Se dilata tanto para hallar en mi lo abrumador y en ti la desesperación. Antes del punto final, doy todo el reconocimiento a tu tiempo. Punto. Adiós. Y así es como tu presencia se me va en un suspiro y un adiós.

Yo I

i don't know what this is but it looks fairy tale like :)
¡Madre mía!. Me recosté sobre lo que podría decir era un leño o una viga de dos metros por cincuenta centímetros, nogal, acostada cual cristo, paralizada, y caímos, bueno la verdad nunca hubo suelo, pero parecíamos descender por un hoyo, penumbra total. Ninguna mueca en mi rostro, pienso que así se ve el dolor. Si había fondo y nos recibió como si pesáramos... la viga y yo; como si pesáramos una tonelada. El madero a tierra y de cara al cielo, cada uno de mis rizos cobró vida, retorciéndose se sembraron en aquello que podría ser césped, no brotó nada más que maleza, yo era la maleza, enmohecida. De pronto como si yo ya no fuera yo, sino una mirada cosmogònica que me veía echa hierbajos, examinaba la pútrida mueca y los ojos, el par de ojos, o bueno, sólo me fijé en un uno: dentro del iris hacia fuera el verde bosque, más al medio una cama de hojas secas y luego la pupila. La pupila se alza, es una pequeña cabecita, yo su cenital y me mira, tiene rostro y es mi propio rostro sin expresión mirándome, soy yo parada acá mismo elevando la mirada al firmamento. Yo contemplando hacia abajo, hacia arriba, dentro de mi. Arriba, abajo, dentro. Y lo único que encuentro soy yo con esta anodina cara, que ni me reconozco, tan perdida. Luego despierto, a continuación las flores que traigo a casa durante meses, geranios, claveles, girasoles, violetas, todas se disecan, se momifican, y ya nada es excelso, luego pienso: estoy invernando en la pausa, tratando de separar a dedos el silencio y la soledad, ¡qué cosa ambigua!.