Ayer viajé en el tiempo, nadie lo creerá pero viajé en el tiempo con un objeto tan ridículo que nadie me creerá. Verán, tengo cierta fascinación por pasar alguna que otra tarde explorando anaqueles polvorientos, abstraída del tiempo, del ruido, de las personas, de la realidad. Mi propio agujero de gusano. E incluso a veces me encuentro hablando sola. El caso es que ayer, me encontraba una de estas expediciones solitarias, tratando de hallar objetos únicos, husmeando cada rincón, parecida más a un ratón en un laberinto de mercancía china que a una compradora sensata, enamorándome de cosas inútiles: una taza naranja gigante, para servirme tés gigantes, canastillas vintage, alcancías con contadores de monedas, en fin. Entré al pasillo de relojes, estantes de cuatro o cinco metros repletos de cajas y mostrarios de todo tipo de relojes: de pared, despertadores, digitales, análogos, dentro de objetos inusuales, algunos con los cristales rotos debido a la travesía interoceánica. Encontré una pequeña maquina de coser con reloj incrustado, una torre Eiffle y a su lado un pianito de cola blanco, con tapa de cristal, abrí su diminuta cajita de resonancia y de inmediato empezó a sonar la cancioncilla, no estoy segura si era claro de luna, alguien que sepa de música o de cajas de música seguro sabrá, yo no, yo sólo escuchaba y veía a la pequeñísima bailarina de ballet girando en su propio eje, sobre la parte interna del piano, y el piano sobre mis manos grises del polvo, y de nuevo mi propio agujero de gusano. De niña, cuando visitaba a mi abuela y ella se descuidaba haciendo algún que hacer en la cocina o tomaba alguna siesta en la mecedora o en su cama, me gustaba entrar a hurtadillas a su habitación como si fuera una detective a punto de encontrar algo increíble. Casi no entraba la luz, recuerdo, y me causaba tanta fascinación su estantería de madera con puerta de cristal o su clóset; adentro guardaba un sin número de porcelanas, escondidas del mundo, como si ella fuera la única que pudiera admirar la belleza de los dos gatos blancos abrazados, o la mano blanquísima, o el busto para vela de su santísima virgen, o el juego de copas de todos los tamaños que nunca, nunca usó, o el doctor José Gregorio, que a veces era protagonista de historias junto con mis barbies, el asunto es que no existía cosa que me cautivara más que su cajita de música, no era un piano, no, era una vitrola bonsái con corneta, plato, el acetato de tamaño de una moneda, también tenía una bailarina que giraba en su propio eje junto a la misma cancioncilla, yo la tomaba con mis manitos pegajosas de jugar y ensuciarme con todo, la tomaba con la mayor delicadeza para no averiarla, porque de verdad me gustaba mucho y también tenía mucho miedo de que ella se diera cuenta y me regañara. Podía pasar horas en ese cuarto de cortinas sin correr, mirando la bailarina girar y girar. A veces creo que ella se daba cuenta, pero como me veía tan quieta supongo que se alegraba. Me encantaban sus cosas, su cuarto, su casa, me gustaba muchisímo estar con ella, aunque no estuviera, aunque durmiera, aunque sintiera que no estaba estando, abstaída del tiempo, del ruido, de las personas, de la realidad. Tal como ayer, ella había hallado una forma de encontrarme catorce o dieciséis años después, y sin importar que fuera la misma caja de música, estando yo tan quieta y callada, más por el hábito de la soledad o el silencio que nos invade al crecer y convertirnos en adultos, estaba allí sin estarlo, aunque ya durmiera, aunque hace mucho no la visitara, y en ese fugaz momento de conciencia y amor absoluto recordé su última visita; aún creo que los sueños nos reunen de vez en vez, y hacía ya casi una semana que la había soñado con su pelo corto teñido de café claro, con todos sus dientes y sus brazos gordos abrazándome, como cuando era niña, sin decirnos nada. Aún no sé por qué en tan breve espacio de tiempo me ha visitado ya dos veces, la verdad no me importa la razón, quizá me ha visto taciturna y bueno, no hay seres más sensibles y prácticos, con un sexto sentido para curar las dolencias del corazón como las mamás, ella: mi mamá al cuadrado. Ayer viajé en el tiempo, o quizás no, tal vez ayer tuve uno de esos increíbles y escasos momentos de lucidez, donde se esta realmente presente, realmente despierto, donde se vence el estigma de la muerte y el miedo, donde el corazón y el alma se vuelven sentido, donde trasgrediendo todo lo "sensato" ella y yo nos pudimos encontrar de la forma más natural, tomando como excusa un cajita musical.
jueves, 1 de diciembre de 2016
jueves, 29 de septiembre de 2016
Atemporal

lunes, 25 de enero de 2016
Como mujer

HOLD UP
ESCENA I
(En un café-libro,
son las cinco y media de la tarde. Una mesa redonda, una silla paralela al
público, en la silla está sentado Felipe, joven de 24 años, frente a él un café
caliente que jamás tocará, al otro lado de la mesa hay otro café servido.)

ESCENA
II
(Habitación de
Felipe. Catalina, mujer de 43 años, fuma sentada en el borde de la cama, solo
lleva puesto su ropa interior, está inquieta, fuma cada vez más desesperada. Al
otro extremo de la habitación Felipe también en ropa interior, está de pie, se
agarra fuertemente con las manos la cabeza, su rostro se ve enrojecido)
Felipe:-
(Alterado) ¡Que no fumes más, Cata!
(Catalina lo
mira con ira, se gira y continúa fumando)
Felipe: -¡Ya
Catalina no más, que no fumes más, que eso va a joder...!(Catalina lo
interrumpe)
Catalina: - No
me jodas.
Felipe: - Mira
que vas a llegar oliendo a cenicero y se va a dar cuenta.
Catalina: -
No me jodas.
Felipe: -
(Conciliador, va a tocarle la cabeza a Catalina) Ven, ven y te ayudo a
arreglarte el pelo para que (Catalina se mueve bruscamente y lo interrumpe)
Catalina: - ¡Que
no me toques! ¿Crees que me importa un culo lo que piensen esos
pseudo-burguesitos de mierda? ¿O crees que mi esposo le va importar más como
voy vestida o a qué huelo que sus conversaciones del partido con el pendejo de
Suarez y su mujer? No seas idiota, Felipe.
(Catalina va a
encender otro cigarrillo)
Felipe: -
Entonces quédate. (Delicadamente le quita el cigarrillo de la boca)
(Catalina lo
mira a los ojos y le da un ataque de risa)
Catalina:-
(Riéndose) No seas iluso (Continua riéndose hasta que se calma) ¿Tú crees que
en este punto de mi vida yo pueda darme el lujo de salir corriendo y dejar todo
tirado por un peladito que conocí hace una semana? o ¿qué?¿me vas a mantener a
punta de quincenas de café? O ¿Vas a llegar en bicicleta cuando nos veamos en
un restaurante para comer? No, claro que no, porque con ese sueldo de mierda
que ganas a fuerza te alcanza para comer y comprar marihuana (Pausa, Catalina
se calma) Felipe, de verdad lo siento… yo no quise… es que esta situación me
tiene… (Felipe rompe contra el suelo la lámpara del nochero.)
Felipe: -Váyase.
Catalina:- Pipe,
enseri…
Felipe:
(Gritando) ¡Váyase!
Catalina:-
(Gritando) ¡No! A mí me tienes que escuchar. ¡Felipe!
(Felipe la toma
de un brazo por la fuerza, ella se reúsa, forcejea con él, le grita groserías,
le da bofetadas, lo muerde. Felipe abre la puerta de la habitación, la empuja
afuera y le cierra la puerta en la cara. Catalina patea la puerta desde afuera.
Felipe recoge un vestido y un par de tacones, abre la puerta los arroja a los
pies de Catalina y vuelve a tirar la puerta.)
Catalina: - (Voz
en Off, llorando) ¡Hijueputa! ¡Hoy le cuento todo! (Sollozando) Maldita sea la
hora en que me enamoré de ti.
ESCENA
III
(Son las 5 y 20
de la tarde. Catalina está sentada en el asiento del piloto de su carro,
atrapada en un embotellamiento. Desde el público la vemos de espalda, es decir,
la parte de atrás del carro da al proscenio. Catalina toca impaciente la bocina
del carro. Saca un cigarrillo, lo fuma. Vuelve a pitar. Oprime “PLAY” en el
reproductor de audio de su carro, se empieza a escuchar la canción “Stop crying
your heart out” de Oasis, ella mueve la cabeza al ritmo de la música y tararea)
Catalina:-
(Cantando) ‘Cause all of the stars… are fading away…just try not to worry (Se
mira en el espejo retrovisor del carro) El último instante fue imaginario. La
realidad lo había consumido todo. Los años antes de estos doce años. Las ganas
de cambiar el mundo. Las ganas de vivirlo con él. Ya todo se desdibuja. Todo
parece de un sueño. (Pausa) Soñé un hombre que amaba, me soñé mirándome a los
ojos sin vergüenza ni rencor hacía mi misma, hacía él, hacía esto. (Pausa)
Ahora tengo cuarenta y tres y soy un sueño seco: la joven periodista que se
gradúa con honores en el extranjero y regresa para casarse con un excelente
hombre que triunfará en la política. (Ríe) Todo atrás. (Canta) And stop crying your heart out. (Pausa) Los sueños rosas se achatan porque el color rosa tiende a
decolorarse. (Pausa) Y hoy la sorpresa. Y precisamente hoy él me llama a la
oficina a informarme que en ocho días cenaremos con su colega en el Club del
Nogal, que ha hecho reservas (ríe)…y yo me reservo, y hoy la sorpresa. (Pausa,
se frota los ojos) Y yo con estos ojos a punto de saltarme hacía afuera de todo
el silencio que llevo adentro, de todo lo que se ha muerto en este cuerpo… y
aún así algo vive. (Pausa) Y aún si me tomará a mi misma en el pasado y me
forzara a elegir otras cosas…nada cambiaría. (Pausa) Aguanta, aguanta Cata,
solo van tres años del nuevo milenio, podrá cambiar. (Pausa) Me voy a inflar
hasta estallar.(Pausa) Otro trancón, otro viernes, otro volver a casa, tantos
otros iguales. Me duele el estómago, me duele la cabeza, me duele el alma, me
duele la vida y se me duermen los pies, se me duermen los sueños, se me durmió
el amor. (Pausa, se continúa mirando a través del retrovisor)Odio esta
expresión mía. (Pausa) Y él quiere que yo el siete de febrero sonría a sus
amigos, él quiere ese día como todo los días que lo escuche.(Pausa) ¿Y hoy? Hoy
la sorpresa que no es. La sorpresa que fue. La sorpresa que él ha esperado
durante doce años. La sorpresa del positivo que guardo en la cartera. (Se
escucha un pito. Catalina vuelve su mirada al frente. Mira el embotellamiento,
gira el timón a la derecha para tomar un atajo. Las luces se van yendo a la par
que la canción “Stop crying your heart out” de Oasis. Black Out.)
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