Ella: -Las flores doradas de tus ojos caminan sobre mi piel, me acusan, ¿qué dicen?. Entre las pestañas el silencio, siempre he estado sorda a tus labios. ¿entiendes qué no soy una oreja?
Ella: -Sí, siempre has sido tu pie izquierdo sin el dedo meñique, que se tambalea, que se vive yendo y no se va.

Ella: - Alguien me dijo que la muerte baila vals.
Ella: - ¿quién?
Ella: -La gata.
Ella: -No te creo.
Ella: -Bueno allá tú querida, pero ayer quedamos de vernos después de que una llanta le pegara una arrastradita, eso dijo. A veces pienso que todos necesitamos morir un ratico, estamos tan vivos, que vivir ya ni es verbo.
(Pausa)
Ella: -¿Qué quieres de mi querida? Soy sólo tu reflejo al otro lado, la antitesis de tu imagen. Quisiera saber dibujar para pintarte la angustia que se te asoma por las fosas nasales, pero no tengo manos y sí lloras mis lágrimas son secas.
Ella: -¿Puedo venir mañana?
Ella: -Nunca te has ido.
Ella: - ¿Nunca?
Ella: -Jamás. Bueno, una vez. Cuando morimos, ¿o moriste?. Ya ni sé. Desde entonces estamos así, una enfrente de la otra, en la mitad del marco, no sé dónde empiezas y dónde termino; y siendo sincera no recuerdo quién era volumen y quién era replica.
Ella: -Ah, sí, empiezo a recordar, estaba cruzando la avenida, miré hacía arriba y luego vino la llanta. La gata. Nunca regresamos a hablar. Era la última. (Ríe) ¿sabes que me gusta?... que estamos.
Ella: -Buenas noches.
Ella: -¿Podemos jugar a que olvidamos?
Ella: -Vale. Buenas...
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